viernes, 6 de agosto de 2010

Sindrome Abandónico


Hijos del olvido

Especialistas en salud mental aseguran que crece el número de chicos con trastornos originados en la falta de atención, también en hogares económicamente desahogados


Es casi de noche. Franco va por el tercer programa de televisión. Ni bien llega, su papá lo saluda y se sienta junto a él con teléfono en mano. Franco lo espera ansioso. Pero al mismo tiempo que su papá corta, toma el control remoto preparado para devorar el noticiero de la tarde.
"Muchos padres no prestan atención a sus hijos en el poco tiempo que comparten con ellos. Prácticamente, no existen contacto físico, caricias, halagos, abrazos o besos. Por eso, no sorprende que cada vez se vean más casos de síndrome abandónico ", explica Graciela Peyrú, presidenta de la Fundación para la Salud Mental.
El síndrome abandónico no deriva necesariamente de un abandono real -el caso del padre que se va de la casa-, sino de la sensación de falta de amor y cuidado en los primeros años de vida.
"Los chicos de hoy -agrega la psiquiatra- suelen estar sobreexigidos: del colegio a inglés, de inglés a guitarra, de guitarra a... Aunque expresa la ansiedad de los padres por el futuro de sus hijos -como también un gran esfuerzo económico-, no por eso deja de constituir una de las formas de abandono contemporánea, una forma de abandono dentro de la abundancia."
El afecto recibido en los primeros años de vida, así como la estimulación cotidiana del medio ambiente, influye en el chico en crecimiento por partida doble. Por un lado, disminuye la vulnerabilidad física y psíquica; por otro, inciden en el desarrollo de una personalidad armónica.
Existen quienes resisten una situación de abandono. Sin embargo, no suele ser la regla general. El síndrome abandónico puede manifestarse tanto en la infancia como en la adultez, ya sea como un estado crónico de angustia y depresión, o a través de trastornos biológicos.
Amor posmoderno
La estabilidad del medio familiar durante los primeros cinco años de vida favorece el desarrollo de actitudes básicas de confianza, que actúan posteriormente aumentando la resistencia ante situaciones traumáticas y la seguridad ante fracasos.
"Los primeros años de vida son básicamente los más importantes ya que, si se consigue afianzar una relación estable con los padres y un cuidado afectuoso, se establecen factores protectores en el niño que lo fortalecerán ante situaciones adversas", dice Silvia Panighini, médica psiquiatra de Fleni.
Los primeros reclamos de atención pueden manifestarse en la infancia a través de quejas corporales, berrinches, alucinaciones y problemas de conducta.
Según los especialistas, actualmente la prevalencia de enfermedades depresivas en los más chicos es preocupante: oscila entre el 0,4 y 2,5 %. Hasta qué punto estas cifras corresponden, en realidad, a sensaciones de abandono no está todavía del todo claro. Sin embargo, los profesionales afirman que la relación no sería del todo fortuita.
Adolescencia y adultez
Irritabilidad, trastornos del sueño y falta de apetito también son manifestaciones frecuentes de este síndrome en la adolescencia y en la adultez. Investigadores estadounidenses creen que los casos de síndrome abandónico tendrían una estrecha relación con la alta cifra de suicidios en ese país, que alcanza un 12 por ciento del total de las causas de mortalidad en adolescentes.
"Es muy común que el síndrome se manifieste en la adolescencia avanzada y en la adultez como actitudes de inseguridad, desvalorización, angustia y una necesidad continua de reaseguro dentro de cualquier vínculo", sostiene Peyrú.
Quienes lo sufren pueden presentar también propensión a trastornos biológicos: desde desnutrición hasta afecciones broncopulmonares, dermatológicas y gastrointestinales. Las toses inexplicables, las fuertes diarreas y el asma son comunes en las edades tempranas.
Hoy, las depresiones y los trastornos afectivos son una lamentable moneda corriente en la población adulta. Y cuando los padres están deprimidos, la interacción con los hijos no suele ser del todo positiva. Además, "los chicos que provienen de padres con trastornos afectivos son más propensos a presentar problemas de conducta, enfermedades depresivas y dificultad en la interacción social", asegura Panighini.
"Estos chicos -explica la especialista en psiquiatría infantil- no alcanzan el potencial intelectual y educativo normal, con lo cual tienden a fracasar tanto en la escuela como en las demás actividades que emprenden."
Los especialistas coinciden en que, como prevención, nada mejor que caricias, espacio y comprensión.
Lorena Roncarolo
Cariño, el mejor alimento
En la década del 40, el psicoanalista infantil René Spitz revolucionó el ambiente médico al comprobar que los niños subían de peso cuando la mamadera se las daba una persona que los alimentaba con continuidad y con manifestaciones de afecto. "La situación no se repetía con aquellos a los que se les ataban mamaderas a las cunas para que succionaran la leche", explica Peyrú.
También fue Spitz el que demostró la incidencia de enfermedades cutáneas en el segundo grupo, producto de la falta de caricias.

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