sábado, 3 de enero de 2009

La violencia y la neurobiologia


 "Se comportaron como animales" Habitualmente pronunciamos esta frase cuando tratamos de explicar que dos o más personas se han comportado conforme a lo que nos parecen instintos básicos o salvajes y, más concretamente, cuando han sido extremadamente violentos. Pero resulta que los homínidos, nosotros, somos mucho más violentos que la mayoría de los animales. La violencia y la delincuencia son un problema planetario que gobernantes y sociólogos tratan de resolver. 

 
Adrian Raine profesor del Departamento de Psicología de la Southern California University sostiene que en la violencia hay una base biológica. Hay muchos factores que conforman el comportamiento de los adultos; algunos los conocemos bien, como los malos tratos en la infancia, la falta de educación por parte de los padres o la pobreza...pero las nuevas investigaciones parecen demostrar  que tambien hay factores genéticos y biológicos que contribuyen a la conducta delictiva y a la violencia.

 
Hay estructuras cerebrales que tambien participan en nuestra conducta. Una de ellas se encuentra en el hipocampo, área del cerebro donde se almacenan los recuerdos. Una disfunción en esta zona -por ejemplo, el olvido de que las reacciones violentas pueden acarrear castigos- podría disponer a repetirlas.

 
Este análisis conduce directamente al problema de la responsabilidad. ¿Es posible que algunas personas violentas no sean verdaderamente responsables de sus actos? ¿A quién deberíamos echar la culpa entonces? Según Adrian Raines "los verdaderos culpables son los factores que fueron la causa de la patología el cerebro y que pueden llegar a producir la barbarie. Y, en algunos casos, los verdaderos culpables son los padres del criminal.

 
El profesor Raine nos explicaba que, si maltrata a un bebé repetidamente, se dañan o se laceran las fibras nerviosas blancas que unen la parte prefrontal del cerebro con las estructuras cerebrales más profundas. Por esta razón, en ocasiones, los verdaderos culpables de la agresividad de las personas son los padres que maltratan físicamente a los niños y consiguen dañar sus cerebros. Pero este profesor está seguro de que la mayoría de las personas somos responsables de nuestros actos violentos en un cien por cien, porque la mayoría contamos con un cerebro que funciona correctamente. Pero ¿qué sucede con las personas que tienen el funcionamiento del cerebro alterado y se conducen con violencia? ¿debemos echarles la culpa al cien por cien? Creo que ésta es una pregunta peliaguda que la sociedad deberá comenzar a tomar en consideración en el futuro.

 
Adrian Raine opina que los niños sociables y los que interactuan entre ellos suelen ser más inteligentes y menos violentos que los niños que han vivido aislados y sin contacto con otros niños. Los niños que no han tenido demasiados estímulos sociales o los que han permanecido en un ambiente social poco enriquecido son proclives a desarrollar una trayectoria violenta y una forma de vida criminal. Estas consecuencias se deben, en parte, a que vivieron en un entorno deficiente y a un funcionamiento deficiente del cerebro. No es que la pobreza sea una causa determinante en estas deficiencias cerebrales, sino que, más bien, la pobreza puede conducir a una carencia de estímulos sociales. Es así de simple: si enriqueces tu entorno, enriqueces el cerebro, y enriquecer el cerebro conduce a mejorar la inteligencia. "Y ahora sabemos que un cociente intelectual bajo, poca inteligencia, es un importante marcador cognitivo  o correlativo del comportamiento criminal".

 
En los últimos años se han llevado investigaciones decisivas en el campo de la actividad cerebral relacionada con la violencia y, especialmente, se ha estudiado el nivel de serotonina en el cerebro asociado a conductas violentas. La conclusión científica es ésta: cuando desciende el nivel de serotonina se incrementa la agresividad. Numerosos trabajos científicos han descubierto que la agresiviad animal, incluida la humana, se corresponde con niveles bajos de serotonina en el fluido cerebro-espinal. Actualmente se está investigando el tratamiento de la agresividad con fármacos inhibidores, como el Prozac, que impide que se fije la serotonina en los receptores. Si la serotonina no se fija en los receptores, permanece "fluida" en el cerebro, se incrementan sus niveles activos y, por tanto, funciona como inhibidora de la agresividad." La fluoxetina (Prozac), además de ser muy utilizada para tratar la depresión, tambien se ha probado en personas agresivas para aumentar la cantidad de este neurotransmisor que interviene en la comunicación entre sinapsis neuronales. En un estudio de ocho semanas de duración, los pacientes que tomaron este producto redujeron en un 71% las manifestaciones coléricas, irritativas y agresivas.

 
A pesar de todo, este fármaco no se ha mostrado tan eficaz en el control de la agresividad en niños y adolescentes. Incluso algunos estudios especifican que hay casos en que los pacientes jóvenes incrementan los síntomas violentos con al medicación; sobre todo, esto se produce en los pacientes autoagresivos y los que tienen comportameintos suicidas. Además, hay otros neuromoduladores, neurotransmisores -como la dopamina-y hormonas-como la testosterona, que tambien pueden estar involucrados en procesos agresivos y desórdenes antosociales.

 
Emil F. Coccaro es profesor de Psiquiatría en la Universidad de Chicago y uno de los grandes expertos mudiales en agresividad impulsiva. Es el primer investigador que ha relacionado ese tipo de agresividad con la biología y, en particular, con la serotonina. "El Prozac No es una pildora mágica, no funciona con todo el mundo, en especial con aquellas que son violentas constantemente y las disfunciones son graves, no de forma ocasional; pero cuando funciona, funciona muy bien".

 
Por otra parte, las emociones de amor, cariño, de colaboración "iluminan felizmente" nuestro cerebro. Por decirlo de otra manera, el cerebro es más feliz en esas circunstancias, funciona mejor cuando estamos trabanjando de manera óptima, con emociones buenas y positivas. Si somos felices o si somos amables con los demás, tenemos mayores posibilidades de nutrir nuestro cerebro para que produzca buenos resultados. Si estamos tristes, enfadados, disgustados o profundamente avergonzados, de hecho, nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, y no digamos a los demás..."

 
Ser buena persona es magnífico para la salud. Debemos ser optimistas, hay suficentes datos para afirmar que los seres humanos no sólo pueden ser muy violentos y horribles y producir holocaustos, sino que tambien pueden ser tremendamentecreativs y encontrar soluciones increíbles a problemas sociales o a problemas técnicos, y crear todo tipo de maravillas, desde la poesía a lo mejor de la medicina y la tecnología. Históricamente pasamos por fases en las que las cosas no van muy bien, seguidas de épocas de renacimiento en que van mejor. Vale la pena ser optimista y hay un motivo añadido: si eres optimista, generas felicidad en tu interior, y es posible que la crees en otros. Si eres pesimista, no tienes ninguna esperanza; estás completamente seguro de que perderás. Si hay donde elegir, elige la felicidad y el optimismo, ya que, por lo menos, existe una posibilidad. Si ya has decidido que algo no funcionará, no hay manera de que funcione. Por eso creo que vale la pena apostar por el lado positivo".

 
Este es otro magnífico extracto del interesante libro "El alma está en el cerebro,", ed. Aguilar.

Loly Rivas







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